Nuevas formas de construir los lugares que habitamos: la importancia de la organización de las mujeres.

Por Karina Stormezan*

Históricamente, las mujeres han sido un grupo fundamental en los procesos de transformación social. Un ejemplo de esto fue el rol que cumplieron las mujeres pobladoras desarrollando acciones colectivas a través de ´ollas comunes´ durante la dictadura militar,  relevando en ello su carácter histórico, colectivo y político[1]. Sin embargo, el reconocimiento histórico respecto de quiénes fueron protagonistas de dichos procesos, muestra que las mujeres suelen quedar en un segundo plano respecto de los hombres.

La Herstory – neologismo aplicado para la historia contada desde una perspectiva feminista, enfatizando el rol de las mujeres y sus puntos de vista- indica que las mujeres aparecen como un ´anexo´ a los hombres en los procesos de lucha por los derechos, como si estos fuesen procesos en donde solo participan hombres. Esto se debe, en palabras de Marcela Lagarde (1996), al Androcentrismo presente en nuestras estructuras sociales, debido a que la lectura que se realiza tiene incrustada la idea de que la mirada masculina es la única posible y universal, siendo el sujeto hombre el centro de los diferentes procesos.

Propongo en esta columna reflexionar respecto de cómo esto ocurre cuando se abordan temáticas relacionada a la ciudad, el hábitat y la vivienda. Si se analizan las leyes que regulan estas temáticas nos encontramos con que se suelen pensar los problemas y soluciones sin que exista un reconocimiento de las necesidades diferenciadas de hombres y mujeres en esta materia. A modo de ejemplo, el proyecto de Ley de Integración Social centró su debate, principalmente, en la posibilidad del uso de suelo para el sector privado, y la integración social vía endeudamiento para familias vulnerables, dejando fuera de los planteamientos al principal grupo que haría uso de esta ley: las mujeres que conforman en su mayoría comités de vivienda. La integración social se piensa de manera neutra respecto del género – o más bien solo considerando las necesidades de los varones-, invisibilizando en ello necesidades de las mujeres. Desde este punto de vista, el abordaje de estas temáticas aparece como teñido de lógicas patriarcales; cuando se piensa la cuidad y la vivienda, éstas se representan por un hombre.

Si realizamos un zoom a los espacios organizativos de comités de vivienda, llama la atención que aun estando conformados mayoritariamente por mujeres, suelen ser liderados por varones, sobreponiendo así lógicas masculinas de organizar el trabajo y las demandas (por ejemplo, centralidad de la demanda por la vivienda desde sus aspectos más ´técnicos’), por sobre temas relacionados a la conformación de redes de apoyo, levantamiento de liderazgos femeninos, y a la generación de espacios seguros para el transitar libre de violencia. Además, si consideramos que muchas de las mujeres que conforman los comités de vivienda son jefas de hogar, trabajan en empleos precarios, y suelen tener como único espacio de participación los comités de vivienda, entonces si estos son cooptados por las lógicas masculinas, se ve mermado su derecho a participar.

Pese a ello, existen esfuerzos para ampliar la mirada androcéntrica cuando se abordan estas temáticas, como es el caso de los estudios de Ciudad Feminista, los que indican la importancia de identificar la experiencia diferenciada entre hombre y mujeres de habitar la ciudad, entrecruzando éstas con otras dimensiones como raza, clase social y edad[2].

En los últimos años han surgido grupos de mujeres que buscan incidir en la conformación de estos espacios. A continuación, expongo alguna de las reflexiones desarrolladas desde la Asamblea de Mujeres de La Bandera[3] (espacio en el que participo). A partir de los esfuerzos por transversalizar una mirada feminista cuando se abordar temas de vivienda, nos hemos dado cuenta, por un lado, que las mujeres le han dado mayor sostenibilidad a los comité, así como han permitido relevar otras temáticas, generando conciencia respecto de que el derecho a la vivienda implica considerar, no solo la ´casa´, sino la manera en que nos relacionamos y habitamos los espacios. Desde ahí destacaría cuatro elementos fundamentales que hemos ido desarrollando: reconocer las necesidades diferenciadas de las mujeres desde una mirada interseccional, identificando las diferentes opresiones que nos afectan de manera simultánea; la generación de espacios libres de violencia machista; el potenciamiento de liderazgos femenino para darle voz a estas necesidades; y darle valor al ejercicio del cuidado, la escucha respetuosa y el apoyo, como elementos fundamentales de la convivencia.

Cuando se aborda un aspecto tan importante para la vida como es el espacio donde se habitará, vale la pena salir de lógicas individualista y centrada en las necesidades propias y preguntarse por las Otras preguntas: ¿qué miedo tenemos al habitar este espacio?, ¿Qué experiencia tienen otras mujeres y niñas? ¿necesitan apoyo en estos aspectos? ¿podemos cambiar esta realidad? Sin duda el principal desafío, no es solo abrir estas preguntas (no son cuestiones que se trabajan en un solo día), sino mantenerlas siempre abiertas y en constante diálogo. Hay que buscar nuevas formas para hacer carne estos espacios, mantenerlos vivos y reconocer el rol de las mujeres en ellos, despojándonos con ello de patrones aprendidos desde el patriarcado.

[1] Karina Ahumada (2016) “Recuperación del rol de las mujeres pobladoras en la historia de Pudahuel (1965-1989): Luchas y sueños por extrapolar”.

[2] Geanina Zagal Ehrenfeld (2018) “Construir un feminismo territorial: por el derecho a la ciudad de mujeres y niñas´

[3] La asamblea de Mujeres de La Bandera es un espacio de encuentro entre pobladoras “Sentimos que es importante desarrollar iniciativas que apunten a crear espacios comunitarios de encuentro, solidaridad y trabajo en conjunto con el fin de promover valores y prácticas como el autoconocimiento, las distintas dimensiones de la salud, la educación colectiva, el apoyo mutuo, los lazos de cariño y confianza y la autovaloración entre mujeres (Revista Ceres Creando Feminismos, MMM, Invierno 2018, N° 13, Año 7).

 

**Trabajadora Social, Mg. Estudios de Género, y participante de la Asamblea de Mujeres del Movimiento Solidario Vida Digna

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