La vivienda emergente después del sismo: El Istmo de Tehuantepec, Oaxaca, México.
Por Patricia Pérez Juárez Cantón*
En la media noche del 7 de septiembre del 2017 entre las costas de Chiapas y Oaxaca se presentó un sismo de 8.2 grados que dejó devastada la región del Istmo de Tehuantepec, en el estado de Oaxaca, México, con una cantidad de 4.326 réplicas a los quince días después del sismo (Servicio Sismologico Nacional, 2017). Además de las lamentables pérdidas humanas, la población ha presenciado la pérdida de su patrimonio con una gran cantidad de viviendas, edificios de gobierno y de salud, escuelas y demás edificaciones que quedaron en la ruina o en condiciones no habitables. Según el censo de viviendas dañadas en el reporte del Senado de la República (2017), en Oaxaca se reportaron 63.335 casos de daños dentro de 41 municipios, donde se encuentran los de mayor afectación la Heroica Ciudad de Juchitán de Zaragoza con 14.918, Santo Domingo Tehuantepec con 4.324 y Ciudad Ixtepec con 4.062 viviendas. Se registraron 76 personas fallecidas y 100.000 damnificados, esto solo en el Estado de Oaxaca. Sumándole las cifras de los estados de Chiapas, Guerrero, Puebla, Ciudad de México, Tlaxcala y Michoacán que también tuvieron afectaciones, de acuerdo con algunos datos en la zona del Istmo de Tehuantepec se encuentran 674 escuelas dañadas, de las cuales 49 presentan mayores daños.
El apoyo del Gobierno del Estado y del Federal ha sido insuficiente y aún están intentando implementar estrategias para solventar las consecuencias y mitigar los impactos producidos por los sismos, que bien se sabe no se pueden predecir. Los trabajos realizados en censos en las zonas de riesgo latente dan un panorama de los problemas a los que se enfrenta la población. Después del sismo han llegado a la región diferentes organizaciones que buscan apoyar de manera provisional a los damnificados, entregando alimentos o bien construyendo prototipos de viviendas que brinden un techo para mitigar las condiciones climáticas, la inseguridad, la falta de vivienda y propiciar espacios con mayor salubridad, evitando que las enfermedades proliferen en zonas vulnerables.
Algunas organizaciones y damnificados han buscado reedificar sin perder de vista la arquitectura tradicional de la zona, ya que la tipología de la vivienda es clave en la cultura de las localidades. Un aspecto importante que se ha presenciado en estas comunidades es la ayuda comunal. El grupo “Yoo’ Béñe” ha construido viviendas con adobes realizados por una agrupación de damnificados que se organizaron para autoconstruir sus viviendas (Velásquez, 2018). Por otro lado, se han edificado pequeñas viviendas de tierra y formas orgánicas, como las construidas con el método “Superadobe” o “las Yurtas” de Policloruro de Vinilo (PVC) del Colectivo “GUCANEE”. Algunos prototipos de viviendas emergentes con bajos recursos económicos y materiales prefabricados, minimizan tiempos de construcción, pero lamentablemente por las condiciones climáticas y culturales de esta población no son posibles de habitar ya que las altas temperaturas, las fuertes lluvias y los vientos a altas velocidades afectan la viabilidad de permanecer en estas viviendas, ya que pueden funcionar por un periodo corto de vida de entre 2 y 5 años, como las viviendas realizadas a base de botellas de resinas plásticas (Tereftalato de Polietileno “Pet”).
En general, algunos prototipos solucionan el problema de manera temporal y las familias se enfrentan a un nuevo reto, donde deben adaptarse a una nueva forma de vida en espacios reducidos o de nomadismo por condiciones climáticas. Esto nos lleva a dirigir la mirada hacia el enfoque de vivienda progresiva que comienza con una arquitectura de emergencia y que, llevando un proceso de etapa por etapa, hacer posible acceder a una vivienda definitiva.
¿La vivienda de emergencia ayuda al desarrollo local después de los desastres?, ¿qué problemas sociales y culturales propiciará esta vivienda?
Hasta estas fechas existe población que no cuenta con ayuda, comunidades que por causa de su ubicación territorial o caminos de difícil acceso y vías de comunicación limitadas o simplemente por omisión, han permanecido fuera de la vista del gobierno y de las organizaciones, donde aún hay gran cantidad de damnificados que se encuentran viviendo en las calles, bajo techos de lona y con cocinas improvisadas. Así, es fundamental poder llegar a estas comunidades, ya que hasta ahora continúan las réplicas, lo que es un riesgo para la población.
* Arquitecto, Oaxaca de Juárez, Oaxaca, México.
Coautores: Dr. Enrique Martínez y Ojeda
Dr. Felipe de Jesús Palma Cruz
Dr. Esteban López Vázquez
M.c. Froylán Flores Aragón
Fotografía: Arq. Sagrario Cruz Gallegos