#Encasa: Una mirada a la pandemia desde el ecofeminismo ¿qué horizontes de posibilidades nos trae la crisis?

Por Francisca Magnani*

Durante los primeros días de abril la CEPAL público un informe recalcando la crisis sanitaria, pero también económica y humanitaria que estamos enfrentando. En el documento, se entregan luces de lo que serían los efectos del COVID-19 en la economía de los países latinoamericanos. Dentro del complejo escenario que estarían viviendo los países en la región, el mayor impacto lo recibirían aquellos territorios especializados en la exportación de bienes primarios, como Argentina, Brasil, Perú, y Chile. Hace algunos días atrás, la DIPRES dio a conocer el Informe de Finanzas Públicas del primer trimestre, indicando que el nivel de deuda pública podría ascender hasta 32,7% como medio para enfrentar la crisis, llevándolo al nivel más alto alcanzado desde 1991.

Sin lugar a dudas, el COVID-19 pone en evidencia las dificultades que ha tenido América Latina en solventar sus parámetros de desarrollo, siempre en dependencia a los estímulos del capital a nivel global, pero también, las desiguales condiciones en las que nos encontramos para enfrentarla. A nivel nacional, la pandemia ha profundizado una situación que venía cuesta arriba desde hace algunos meses, reiterando los cuestionamientos en torno al mercado como un garante efectivo de bienestar y desarrollo, pero también, las preguntas en torno a qué tipo de Estado requerimos para afrontar la postcrisis.

Pero, además, la pandemia a puesto en evidencia la relevancia de los cuidados en la reproducción de la vida en su conjunto. Desde la denominada <<primera línea>> del área de salud, hasta quienes deben conjugar su rol parental con el teletrabajo, o quienes se vuelven el sostén económico familiar, todos ellos dan cuenta de cómo las cadenas de interdependencia se vuelven fundamentales en momentos de crisis. Visto desde la perspectiva de los cuidados, el grupo de riesgo del COVID-19 sobrepasa la población de tercera edad y personas con problemas de salud asociados, incluyendo a los desempleados y subempleados del país, a los trabajadores informales, migrantes y, desde luego, a las mujeres. Esto, debe llevarnos a posicionar en el horizonte de posibilidades nuevas formas de organizar lo social, donde lo productivo y reproductivo considere una ética del cuidado, que integre una perspectiva de desarrollo sostenible al largo plazo.

A propósito de lo anterior, uno de los recursos que ha experimentado un uso intensivo desde que inició la pandemia es el agua, pudiendo agudizar la crisis hídrica que afecta al país. Las cartas que el legislativo tome en el asunto serán claves, considerando las desiguales condiciones sanitarias de acceso al agua potable que tienen los distintos territorios en la actualidad, pero también, las posibles repercusiones de la pandemia al largo plazo en un escenario de crisis climática.

De alguna u otra forma, la política nacional y su visión de desarrollo se enfrentan a profundos dilemas y cuestionamientos, dando pie a la posibilidad de repensar el valor del agua desde un uso que priorice los ciclos de la naturaleza y el consumo humano por sobre su valor productivo. Pero también, una organización de lo social que coloque la vida al centro, reconociendo la integración del trabajo productivo y reproductivo como procesos que permiten que la vida sea sostenible.

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