#Encasa: Hacer hogar: Resignificar y politizar el espacio doméstico en tiempos de COVID-19
Por Ignacia Ossul-Vermehren*
Ilustración por Cristian Olmos
Hablando con algunas de las dirigentas de campamentos en Viña del Mar, sobre cómo les ha afectado la cuarentena, responden “El virus no es el problema, es el desempleo.” Verónica me dice que en su trabajo de media jornada haciendo aseo le siguen pagando el sueldo aun cuando no ha podido trabajar (media jornada con sueldo mínimo para un hogar de cuatro integrantes), dice que tiene suerte y que sabe que es una excepción. María, la vocera del campamento Manuel Bustos – uno de los campamentos más grande de Chile – explica que las mayores dificultades para las y los habitantes son la falta de ingreso económico hoy día y en los meses que vendrán, mantener las prácticas higiénicas con acceso limitado a agua potable, y el cuidado de adultos mayores que desde antes de la crisis sanitaria se encuentran en una situación vulnerable.
En abril del 2015 viví unas semanas en Manuel Bustos. Estaba haciendo el trabajo de campo para mi investigación de doctorado, examinando el concepto de hogar y las prácticas que lo constituyen. La tesis principal era que las prácticas de hacer hogar, definidas como el conjunto de prácticas socio-espaciales de construcción, mantención y planificación del hogar, no son solo tareas reproductivas y productivas para la sobrevivencia de sus habitantes (tales como cocinar, el cuidados de niñas y niños, o conectarse informalmente a servicios básicos), sino que son intrínsecamente políticas y son un punto de entrada para examinar procesos mas complejos de habitar en la ciudad (ver Ossul-Vermehren, 2018).
Los resultados de la investigación muestran que las prácticas para hacer hogar manifiestan desigualdades estructurales (de clase, género, raza, edad y discapacidad), pero también pueden ser fuentes de agencia y cuidado. Prácticas tales como compartir agua, cuidado de personas mayores, cuidado de niñas y niños de otros habitantes, y el uso del espacio público como espacios de cuidado comunitario. Esto ocurre ya que en el campamento las escalas de hogar toman otro significado, éste es percibido no necesariamente como el espacio doméstico (la unidad de la vivienda), sino que se extiende al pasaje, el barrio e incluso a la ciudad, en donde se articulan prácticas de cuidado y solidaridad en distintas escalas.
La pandemia, en el que las y los habitantes de campamento han debido confinarse a la unidad de la vivienda, implica la pérdida en alguna medida de estos sistemas de cuidado y solidaridad, sumado a que el espacio doméstico puede ser un lugar violento y de peligro. ¿Qué significa quedarse en casa para aquellas/os que el hogar es material o emocionalmente inestable? Hay al menos cinco implicancias para las y los habitantes de campamentos.
- Violencia de género: Durante la investigación, un 40% de las mujeres entrevistadas afirmó haber sido víctima de algún tipo de violencia por su pareja en algún momento y haber dejado la vivienda informal, para construirse una nueva vivienda en el asentamiento. Durante el periodo de cuarentena, la incidencia de violencia en el país ha aumentado explosivamente, con menos opciones para las mujeres de dejar la vivienda o acceder a ayuda en el territorio o institucional.
- Materialidad deficiente de la vivienda y acceso limitado a agua potable: Incide en la propagación de enfermedades pulmonares (BID, 2012). La mayoría de los campamentos en Chile recibe agua, en menor o mayor medida, a través de un camión aljibe, la cual es usada estratégica y eficientemente para llevara a cabo los quehaceres diarios. Con todos los integrantes en la vivienda durante el día, el uso de agua es incluso más demandante.
- Ingreso económico: La naturaleza de los trabajos informales y precarios de las y los habitantes de asentamientos informales hace aun mas incierta la vida en el campamento.
- Cuidado de niñas/os y sistemas de solidaridad: Con los niñas y niños en la vivienda durante el día, hay mayor presión por proporcionar alimentación, mayores posibilidades de violencia y abuso, y la cuarentena imposibilita la activación de sistemas de solidaridad que operan normalmente en el asentamiento para el cuidado de menores de edad y jóvenes de manera colectiva.
- El hogar en múltiples escalas: Algunos autores afirman que “distanciamiento social” es casi imposible para cualquier habitante urbano (Ortiz & Boano, 2020), en campamentos es ciertamente mas difícil o imposible. ¿Qué significa hacer cuarentena cuando se vive de allegado/a en una pieza o en condiciones de hacinamiento? ¿Cómo se implementa el distanciamineto social en barrios con hiper-densificación? ¿Cuáles son las consecuencias de la disminución de las actividades en micro-espacios públicos o barrio para la sobrevivencia de los más pobres?
Las preocupaciones de María hoy día, evidencian como el espacio doméstico se tensiona aun más en tiempos de crisis, y cómo la noción de hogar se resignifica y politiza. Las prácticas de hacer hogar muestran como expresiones de solidaridad y cuidado entre vecinos a la escala barrial son factores protectores frente a sistemas de exclusión, y en cierta medida, durante la pandemia. Entonces, ¿Cómo se puede apoyar los sistemas de solidaridad existentes en campamento en tiempos de crisis? ¿Es necesario resignificar la noción de hogar durante la pandemia? ¿Cómo pueden las políticas urbanas apoyar la creación de barrios – y no unidades de viviendas – que permitan y promuevan prácticas de cuidado?
*Doctora en Desarrollo y Planificación Urbana, University College London. Investigadora en The Bartlett Development Plannning Unit-UCL e investigadora asociada del Centro de Investigación de Vulnerabilidades e Informalidades Territoriales (CINVIT), Universidad de Valparaíso.