Una navidad con dignidad. Experiencia de una lucha por la vivienda y ciudad de Rüpü Mawida en San Bernardo
Por Walter Imilan y Axel Paillafilu
El derecho a la vivienda y ciudad no puede ser entendido sólo como una exigencia de construcción de más unidades habitacionales y servicios; es un proceso que involucra a las personas en sus luchas, organización, aspiraciones y conocimientos para construir sus distintas y variadas formas de habitar. Pobladoras y pobladores del proyecto Rüpu Mawida (camino a la montaña) en San Bernardo nos enseñan cómo construir este proceso con dignidad.
Esta navidad fue especial para todos y todas, pero para 775 familias del proyecto Rüpu Mawida fue aún más diferente: compartieron durante la noche haciendo guardia en sus nuevas viviendas – no entregadas oficialmente – para evitar que las amenazas latentes de toma se hicieran realidad. Desde hace tres semanas que organizan turnos para cuidar sus casas; en un comienzo desde el exterior del conjunto, pero desde la noche del 13 de diciembre, en que personas externas de otras comunas y comités de allegados intentaron tomarse las casas a la fuerza, los futuros propietarios ingresaron de manera efectiva al conjunto. No se ha bajado la guardia, resistiendo con la esperanza de una pronta recepción de sus viviendas.
Pero la historia es más antigua, se remonta hace 13 años. El resultado es un proyecto de una calidad destacada: viviendas sociales con diseño y detalles constructivos cuidadosamente elaborados, viviendas para personas con necesidades especiales y movilidad reducida, una urbanización de calles, veredas y áreas vedes amplias. “¡Esto es dignidad!” – exclaman las y los pobladores mientras recorren orgullosas el conjunto ubicado en la frontera sur de la ciudad.
Detrás del proyecto Rupu Mawida están los pobladores del comité El Canelo, para quienes el camino fue largo y duro. Víctimas de una estafa y de manipulación política, las y los participantes fueron aprendiendo el camino propio y las artes de la negociación y presión política. Liderados por Catalina Lobos Quelempan, junto a Rocío Martínez y Érica Fuentes, este Comité, mayoritariamente llevado por mujeres que han levantado y empujado este proceso, desde sus inicios ha obtenido victorias a punta de esfuerzo y lucha. Durmiendo por largas noches afuera del MINVU lograron la desafectación de un terreno de propiedad militar de 14 hectáreas en el borde de San Bernardo, lindero con sitios rurales que aún esperan la urbanización. Los actores involucrados en este proceso, como el MINVU, FACH, SERVIU y Municipalidad, conocieron la convicción, fuerza y propuestas de estas personas para obtener su derecho. Luego, las negociaciones con la EGIS y la constructora, con quienes lograron un proyecto arquitectónico de calidad, codiseñaron un plan maestro -para el equipamiento logrando la construcción de dos multicanchas y un skatepark a solicitud de las y los niñxs y jóvenes. A partir de un proceso participativo con los otros comités de vivienda que integran el proyecto, se votó la propuesta que nombraba las calles con conceptos fundamentados en el mapuche kimvn (filosofía mapuche). Si bien no es un proyecto específico destinado para personas de pueblos originarios, la principal dirigente y muchos de las y los pobladores son de origen mapuche. Junto al nombre de las calles y plazoletas, existen otros elementos presentes en la construcción y disposición de las casas que guardan relación con la cultura y forma de habitar mapuche. Las dirigentas en conjunto con el trabajo colectivo de los pobladores han logrado, se podría decir, “mapuchizar” la forma de organización e impregnarle una ética de relacionamiento con identidad entre las socias. Muchas hoy en día se tratan a la usanza mapuche como Lamngen o ñaña, conceptos que en el mapudungun se refieren a una relación de hermandad entre mujeres. Las y los miembros se han llenado de nuevos aprendizajes y conocimientos de cómo construir su hábitat a partir de la organización comunitaria, poniendo a disposición su tiempo individual, los saberes y conocimientos en pro de una lucha y trabajo colectivo, pero también con la voluntad y decisión de querer generar algo nuevo, cargado de significados y distinto a la realidad urbana de la que proviene cada familia que integra el comité.
Las más de tres semanas que llevan organizando guardias han sido agotadoras y sacrificadas. Ante la incertidumbre y cansancio, pandemia mediante, y miedo de que todo termine mal, la organización ha tomado un nuevo impulso. La semana pasada, en preámbulo de navidad, se realizaron manifestaciones masivas frente a la Municipalidad de San Bernardo y el SERVIU para acelerar el proceso de recepción final y agendar las mudanzas. La acción fue efectiva: el lunes 28 de diciembre se inició la firma de escritura. Todo este proceso de guardia de sus casas les ha permitido conocerse mejor en la convivencia cotidiana, compartiendo ideas, proyectos y aspiraciones de cómo co-habitar en el futuro. En cada pequeña acción, le han dado contenido a lo que nombran y recuperan desde una visión cultural como el Küme Mogen (buen vivir en mapudungun), anticipando situaciones, problemas y posibles caminos de solución, fortaleciendo un sentir colectivo para construir un barrio una vez consumada la entrega de las viviendas.
La amarga lucha colectiva de años ha dado dulces frutos en la organización, a través de diferentes estrategias en cada una de las etapas ha obligado a todos los actores involucrados a ceder cuotas de poder respecto a la toma de decisiones. La experiencia de participación y democratización no se ha gestado de manera natural o a partir de voluntades políticas institucionales ingenuas, sino que ha sido una consecuencia de la presión que se ha ejercido “desde abajo”, desde la convicción y existencia de un sólido equipo de activas dirigentes, así como del trabajo, apoyo y sacrificio permanente de sus pobladores; en ello radica este tipo de resultados, en ello radica la dignidad del proyecto.
Esta experiencia es un antecedente más de que el “derecho a la ciudad” es un mínimo que se debe hacer valer desde y con la gente. La ciudad es un espacio en conflicto: codiciado y en pugna por diferentes presiones, económicas e inmobiliarias, o bien un espacio abandonado, marginado y postergado por la institucionalidad. En ese tránsito, para los comités de vivienda no hay derechos adquiridos, sino derechos por ejercer, derechos por alcanzar y exigir. Estos deben ser conseguidos a punta de esfuerzo y a través de años de lucha para que sean realmente efectivos y los discursos se materialicen en justicia social.
Existe una memoria popular en la construcción de la ciudad, popular y femenina, y por más que el sistema de voucher individuales y financiarización de la vivienda y ciudad se han impuesto en los últimos 40 años, la emergencia de estos conocimientos es posible. Comités del proyecto Rüpu Mawida, así como otras organizaciones de pobladores como FENAPO y UKAMAU, han logrado -en contextos de mercantilización, desregulación y privatización- llevar a cabo proyectos colectivos que van más allá de lograr la casa propia (como un bien individual). También, y es lo que hay tomar atención, han sido procesos de construcción de conocimientos valiosos en la producción de la ciudad. Los tiempos que vienen para discutir la formas en que el país se construirá en virtud de una nueva Constitución debe poner en el centro las luchas y conocimientos de las personas. No bastan los “expertos”, copia de buenas prácticas o los procesos tradicionales de participación que convocan para decidir entre opciones en marcos constreñidos. Se trata de construir nuevas formas de relacionar actores que asuman con confianza que las personas pueden ser protagonistas en la construcción de su hábitat, ese es el camino para lograr la dignidad como nos enseñan los comités de Rüpu Mawida. El 2021 será un tiempo de seguir construyendo ciudad.