Tercer lugar convocatoria de columnas: “¿’Carreteras chicas’ o falta de alternativas de transporte interurbano?”
Por Nicolás González Viteri*
La situación de congestión en la Ruta 68 -y en las autopistas interurbanas, en general-, tanto en verano como en fines de semana largos, se seguirá repitiendo si no resolvemos el problema con una mirada integral de fondo, de largo plazo y con el foco puesto en la intermodalidad de transporte.
Hasta ahora, ha generado el mayor consenso entre autoridades políticas y algunos expertos en transporte, la opción de ampliar y mejorar la red de carreteras hacia la Región de Valparaíso, añadiendo una pista por sentido en la ruta 68, dejándola en 3 carriles en toda su extensión[1]; la incorporación de tecnología, como el sistema TAG, para evitar la detención total en zonas de peaje; el mejoramiento de otras vías interurbanas, como la ruta 78 (Autopista del Sol); y la creación de nuevas redes interurbanas entre la Región Metropolitana y el Litoral Central del país.
No obstante, sin el mismo entusiasmo o consenso, se ha hablado de otros modos de transporte, distintos al automóvil privado. Demasiado tímidamente ha sonado, por ejemplo, en los últimos meses, la posibilidad de un tren rápido que una las regiones de Valparaíso y Metropolitana, en menos de una hora[2]; una opción que permitiría no sólo aumentar la cantidad de pasajero/hora en períodos de mayor demanda, sino además apoyar el traslado de carga desde y hacia el puerto, con la consecuente disminución de camiones que utilizan la misma ruta ya saturada Valparaíso-Santiago.
Mucho menos aún se ha hablado de mejorar el servicio de buses interurbanos. Y no nos referimos sólo a permitir mayor competencia en un mercado concentrado principalmente en dos empresas, sino además de mejorar la infraestructura vinculada a ese servicio de transporte: en primer lugar, ampliar y mejorar el terminal de buses, que hace más de 10 años que está colapsado; asimismo, ampliar y adaptar la estación de Metro Universidad de Santiago, que tiene salidas demasiado angostas para tan alta demanda de pasajeros, y que tampoco cuenta con un diseño apto para personas con equipaje; Lograr también una integración eficiente con la red de buses del Transantiago, Metro y el servicio de taxis; y finalmente, mejorar el entorno del terminal, con señaléticas apropiadas para informar a los pasajeros y una mayor regulación y ordenamiento del comercio (tanto establecido como ambulante).
Dicho lo anterior, la pregunta que resulta hacernos es si el problema principal está en la cantidad de carriles que posee la ruta 68 o en la falta de alternativas de transporte interurbano.
Dada la velocidad de crecimiento del parque automotriz en Chile[3], es iluso pensar que la principal solución para descongestionar las rutas es mejorar y ampliar la red de carreteras hacia el litoral central. Eso sólo nos llevará, en 5 años más, a repetir la discusión de si seguimos añadiendo más carriles a las carreteras existentes.
Es imprescindible complementar esa medida e inclusive, para atacar el problema de fondo, priorizar alternativas de transporte distintas al automóvil privado. Con la evidencia y experiencia de tantos años, debiésemos ser capaces de darnos cuenta que hacer más de lo mismo no nos llevará a resultados diferentes.
[1] Propuesta que implicaría ampliar los túneles de Lo Prado y Zapata, para evitar los “cuello de botella”
[2] Gracias a la propuesta entregada por el Consorcio Chino-Chileno TVS en enero del presente año.
[3] La Asociación Nacional Automotriz de Chile (Anac) daba a conocer que en enero del presente año se comercializaron más de 35.322 vehículos, 29,3% más que en igual mes del año 2017 y la mayor cifra reportada para el mismo período en la historia del sector. De esta forma se contabilizan 21 meses de crecimiento sucesivo anual. (A través de Diario La Tercera)
[*]Arquitecto, Universidad de Chile. Máster en Planeamiento Urbano, Universidad Politécnica de Madrid