Habitar Colectivo
Por Jorge Larenas*
La política habitacional en operaciones en Chile por cerca de cuatro décadas se ha mostrado como un eficaz dispositivo neoliberal, entendiendo esto como una red de saber-poder (marcos normativos, protocolos, discursos, etc.) que construye subjetividad, es decir que produce un cierto tipo de sujeto que se vincula con el mundo con una determinada racionalidad. En este caso, entonces, la política habitacional ha actuado como un dispositivo de irradiación de la racionalidad neoliberal que se puede resumir en la idea de que el éxito en la tarea emprendida -cualquiera que ella sea- depende fundamentalmente del esfuerzo y la disciplina individual y en ello -a su vez- es fundamental ser competitivo. En tal sentido, prácticas aparentemente banales como la apertura de una cuenta de ahorro bancaria y el ahorro mismo implica adherir a esta racionalidad: disciplina, emprendimiento, competitividad, todo a nivel individual-familiar.
Si bien a lo largo de estas cuatro décadas ha habido diversos ajustes asociados a incrementar la asociatividad a través de la promoción de postulaciones colectivas, la experiencia ha demostrado que lo asociativo opera utilitariamente puesto que la postulación a través de un comité de vivienda es un camino más eficaz para acceder al subsidio que es el camino establecido para la obtención de una vivienda en el marco de una política subsidiaria, en dónde el Estado interviene en los casos en que los individuos-familias no disponen de los recursos autónomos para adquirir una vivienda. En otras palabras, a pesar de tales ajustes, la política habitacional ha continuado operando como dispositivo neoliberal.
En este contexto, las cooperativas de vivienda -en tanto expresión de un habitar colectivo- no son una simple alternativa asociativa para acceder a la vivienda -aunque su concepto puede ser reapropiado y cooptado desde la racionalidad neoliberal-. Por el contrario, las cooperativas son expresión de otra racionalidad que se mueve en otras coordenadas: la ayuda mutua, lo colaborativo, lo común. Y por ello, las cooperativas no tienen que ver necesariamente con una mirada romántica y nostálgica hacia expresiones asociativas propias de las luchas del siglo pasado, puesto que el germen que ellas contienen se enmarcan precisamente en la posibilidad de producir una nueva racionalidad que -al menos desde el campo de las disputas por la ciudad y la vivienda o, de un modo más amplio, por el habitar y el territorio- permita superar a aquella que actualmente nos domina y nos somete: la racionalidad neoliberal.
Espacios alternativos como los construidos al amparo de proyectos cooperativos y de ayuda mutua, es necesario comprenderlos no como una nueva opción en el menú de acceso a la vivienda sino como dispositivos alternativos que contribuyen a configurar una nueva subjetividad y una nueva racionalidad que gire en torno a lo común. Es eso lo que está en juego cuando se promueven las cooperativas y la ayuda mutua en el acceso a la vivienda y vaya que no es menor.