No son 30 pesos. Son 30 años

Por Luis Campos Medina

Instituto de la Vivienda, Universidad de Chile

 

Esta fórmula breve y original se ha repetido incontables veces en los últimos días. Ha aparecido rayada en carteles, en muros, en paraderos de buses. Ha inundado las redes sociales. Ha contribuido a darle forma a nuestro convulsionado espacio público. A pesar de que se trata de un texto corto, creo que tiene una significación profunda y una potencia admirable.

En primer lugar, porque se trata de una explicación, vale decir, de un texto cuyo propósito es revelarnos las causas y motivaciones que están detrás de lo que está ocurriendo en estos días. Quizá con algo de asombro uno se podría preguntar, entonces, si acaso es necesario explicar lo que está ocurriendo. Y pareciera que sí. Que necesitamos explicar… Y a continuación podríamos preguntar: ¿a quién? ¿A quién es necesario explicarle lo que está ocurriendo?

En este caso, parece que el destinatario de esa explicación es claro: una clase política ciega, sorda, pero para nada muda. Más bien vociferante. Una clase política que requiere de peras y manzanas para comprender, porque se desentendió de la realidad, invisibilizando a la ciudadanía y haciendo inaudibles sus reclamos y necesidades. Una clase política que, no obstante, dice saber lo que ocurre… De ahí la gran potencia de este texto breve: en un primer gesto niega la causa mecánica de los treinta pesos -ese reflejo monetarizado de aquellos que en cualquier comportamiento ven el motor del signo peso- y, a continuación, afirma en tres palabras una causalidad profunda, incubada a lo largo de treinta años… Treinta años. Ni más, ni menos. Los treinta años de nuestra democracia. Los treinta años también paridos en un mes de octubre a través de una negación rotunda: NO. Treinta años de los que esa clase política no puede escapar, porque son los suyos, son aquellos de los que tiene responsabilidad.

La brevedad del texto es admirable, además, porque no deja asomo de duda. Nos muestra algo tan cierto y evidente que se vuelve difícil de rebatir: la causa de lo que estamos viviendo no está en los treinta pesos. Pero el paso siguiente, la afirmación de que son treinta años, contiene significaciones menos evidentes, pues no instala la causa en el pasado, en treinta años que fueron o que han sido, sino que la refiere a treinta años que están siendo, están ocurriendo en este mismo instante bajo las formas del abuso, la vejación y el atropello…

Junto con ello -y aquí intensifico mi ejercicio especulativo-, creo que se trata también de 30 años encarnados: en quien escribe y en quien lee; en quien reclama y en quien escucha (o no escucha); en quien actúa y en quien observa dejando que el tiempo pase para ganarle a la ciudadanía por cansancio… En este sentido, considero que “No son 30 pesos. Son 30 años” es un texto que tiene otro destinatario que la clase política: nosotros mismos. Un texto que resuena como una explicación para todas/os, en la medida que invita a re-conocernos en la frase y explorar aquello en lo que nos hemos convertido en estos treinta años que están siendo.

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