Sin violencia (Pero, ¿Y la otra violencia?)

Por Kevin Albarrán*

La mañana del 11 de noviembre del presente año, en el marco de las manifestaciones por una vida digna, pobladores y pobladoras de Peñalolén se tomaron simbólicamente una franja de los terrenos de la viña Cousiño Macul como forma de protesta y denuncia por el incumplimiento de los acuerdos pactados con el gobierno y la municipalidad respecto a la adquisición de dichos terrenos para la construcción de viviendas para una porción de las más de 18.000 familias allegadas que viven en la comuna. Esto produjo la reacción casi inmediata de carabineros, ubicados a solo un kilómetro de los terrenos, quienes actuaron disparando, gaseando y allanando blocks, jardines y colegios de quizás uno de los sectores más pobres de Lo Hermida y Peñalolén, la Villa Cousiño.

La reacción de los vecinos del sector, y de todo de la población Lo Hermida, fue reaccionaria frente a las detenciones ilegales y los ataques contra los blocks donde en la mañana de ese lunes, moraban mayoritariamente ancianos y niños, desencadenando en enfrentamientos que duraron más de 20 horas durante ese día y que se extendieron durante toda la semana e incluso continúan esporádicamente en estas fechas, registrándose más de 550 heridos según cifras levantadas por los mismos pobladores.

Esa “batalla” de piedras contra balas llamó la atención nacional e internacional, el día 20 de noviembre nos visitó la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), debido a la violencia que sufrió la población por parte de la policía (y el gobierno), sin embargo; ¿Es acaso este el primer episodio de violencia contra las mujeres, hombres, ancianos y niños de Lo Hermida? O, como dijo uno de los vecinos frente al comisionado de la CIDH, ¿Qué pasa con la otra violencia? La violencia no física, la que no deja heridas, -al menos una herida visible-, esa violencia que lleva a niños como el Cizarro, oriundo de Lo Hermida, a tener más de 16 detenciones a sus cortos 10 años o la que provoca que 3 familias vivan en una casa de 50 mts2. ¿No es acaso esa violencia igual de condenable? ¿o es que no tenemos derecho a manifestarnos para acabar con esa violencia llamada pobreza?

Creo que podría exponer infinidad de datos, estadísticas y ejemplos de la violencia estructural que significa la pobreza pero no se si serviría de mucho. Creo que la mayoría sabe o se le viene a la cabeza alguna imagen cuando se habla de “pobreza” y “violencia” y supongo que también, unos pocos, piensan formas de acabar con ella: “Pongamos una plaza de tierra y 2 juegos en esa población, una comisaría para que se sientan seguros, ah, y también un SAPU. ¿Qué, no hay doctores? Da igual, total con que esté, ya hicimos algo”. Gracias, gracias por su gran esfuerzo para terminar con esta violencia. No sé si tanto por la comisaría, pues comisaría y violencia me suena más a sinónimos que antónimos. ¿Y si ahora, el gobierno, la municipalidad y todos aquellos que se creen conocedores y solucionadores de la pobreza, nos dejan a nosotros, los pobladores y pobladoras, hacer algo? Si nos dejan luchar contra esa violencia… ¿Recibiremos más violencia como respuesta? Porque así parece ser, así lo ha demostrado la historia y así se dejó ver hace unos días atrás cuando quisimos levantar la voz y nos callaron quienes se supone acabarían con esa violencia.

No sé de qué sirve contar todo esto, ¿Acaso así el lector logrará empatizar más? ¿Lograré enternecer el corazón de los que más tienen en este país? Hace poco vi un video de unos manifestantes en La Dehesa, los “Rotos” teniendo una discusión con una residente de esos barrios, esos que llaman a manifestarse sin violencia, explicándoles el porqué de las protestas. A esto ella responde “¿O sea, en el fondo tu quieres que yo sea pobre?”, mientras que las jóvenes le responden que no, pero yo le habría dicho que sí: Sí, quiero que seas pobre, porque así sería la única forma de que personas como ella y como todos aquellos quienes nos tratan de rotos, lumpen, poblaciones, entiendan esta violencia, la violencia (in)visible de la pobreza, esa violencia que no deja heridas pero te condena aún sin nacer (porque tampoco te pueden abortar) y que entiendan el porqué de nuestra lucha por una vida digna, porque al final esa violencia no se puede traducir en cifras, se vive (y te mata).

 

*Estudiante de geografía, Universidad de Chile.

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