Dialogar sobre una ciudad inclusiva. Obstáculos sensibles, comunicativos y prácticos.
Por Luis Campos Medina y Rebeca Silva Roquefort*
Escribir un texto breve como este no siempre es una tarea sencilla. Hay veces en que el fluir de las ideas se dificulta. Otras en que la composición lograda no es completamente satisfactoria. Hay, también, otro tipo de problemas ligados no tanto al texto que se quiere escribir, ni al mensaje que se quiere transmitir, sino que a las implicancias del gesto de escribir sobre una temática determinada, el que puede ser visto como pretensioso, inadecuado u oportunista.
Este es nuestro caso. Pero no porque tengamos en el horizonte una Teletón o un Día Internacional de las Personas con Discapacidad (que se celebra la próxima semana, el 3 de diciembre). Se trata de algo distinto, ligado a la pregunta por la pertinencia de escribir sobre inclusividad desde la experiencia de dos personas que no forman parte de aquellas “minorías” o “disidencias” que se busca “incluir”. En efecto, las/os autores (la autora y el autor) de esta columna no pertenecemos a ninguno de sus grupos (aunque sí: yo, Rebeca, pertenezco a esa mayoría de mujeres, convertida en minoría, ensombrecida y a veces borrada por los hombres). No queremos, tampoco, hablar o escribir en lugar de ellas/os. No buscamos representar su sentir, su pensar, ni canalizar sus expectativas y reivindicaciones. No. Lo que queremos hacer es algo más simple: instalar condiciones para una reflexión y un diálogo que nos parecen necesarios y urgentes.
Partamos señalando que no estamos seguros de que el término “inclusividad” sea el más adecuado para abordar la problemática que nos convoca, cual es la de producir una ciudad para todos/as y entre todos/as. Rescatamos del neologismo su capacidad de insinuar un proceso permanente, pero somos conscientes de que “incluir” quizá no sea suficiente. También se trata de igualar condiciones, de integrar… de detener formas de segregación flagrantes… de generar de condiciones de posibilidad para que aparezcan diversidades no previstas. Se trata de abocarnos a la tarea de dialogar y reflexionar para identificar problemas de exclusión que afectan a nuestras ciudades y buscar formas colectivas de resolverlos.
En esa dirección, creemos que el modo en que nuestras ciudades acogen las distintas formas de discapacidad es un asunto acuciante, pero no el único. Tenemos que hacernos cargo de otras formas de exclusión que son cada día más evidentes y palpables en nuestros espacios urbanos, como es el caso de la que experimentan las disidencias sexuales, las y los migrantes, las y los mapuche, los crecientes grupos de población que habitan las calles… Dialogar acerca de una ciudad inclusiva, requiere entonces que ampliemos nuestro punto de vista para integrar otras diferencias.
Es en ese sentido que recuperar el caso de la Teletón puede resultar ilustrativo. Desde su primera realización, en 1978, este “evento benéfico” -como a veces se le nombra- ha ido instalando el tema de la discapacidad y construyendo una forma de concebirla y de relacionarnos con las personas a las que le afecta. Esa instalación sin duda que ha sido de inestimable ayuda para muchas personas discapacitadas y sus entornos familiares y sociales. Pero también ha repercutido en una representación social de la discapacidad fundamentalmente física y en modos de tratamiento asistencialistas y filantrópicos, reñidos con los actuales enfoques de derechos. Además, ha contribuido a una visión cíclica y circunstancial de su tratamiento (dos días cada año) y en un tratamiento condescendiente hacia las personas con discapacidad.
En consecuencia, el caso de la Teletón nos sirve para observar que nos hemos vuelto sensibles a una versión de la discapacidad y la inclusión, pero que hay otras versiones, menos visibles y que igualmente requieren de nuestro tratamiento. Nos sirve como un llamado a que trabajemos por dar a esas otras versiones legitimidad social y condiciones para que aparezcan en nuestras ciudades y puedan encontrar en ellas un espacio de realización y bienestar, y no una expresión material del rechazo que, a cada instante, les recuerda que están fuera de lugar. Nos sirve, también, como un llamado a dialogar y buscar soluciones, no sólo “para”, sino que “con” esas personas afectadas por la discapacidad y la exclusión.
Dialogar con esas “otredades” es la vocación del proyecto “Red de inclusividad urbana: por una ciudad para todes”. Generar instancias de comunicación, de reflexión y de conocimiento mutuo que nos permitan avanzar en hacer visibles otras formas de exclusión operantes en nuestras ciudades y conformar, de manera colectiva, enfoques sensibles a las distintas formas de vulnerabilidad e inequidad en el acceso y goce del espacio urbano, en sintonía con una versión fuerte del derecho a la ciudad.
Con este proyecto buscamos articular un equipo de trabajo interdisciplinario, que coordine y catalice las iniciativas hasta ahora existentes en la Universidad de Chile en materia de inclusión, para potenciar el rol público de esta última, involucrándose en temas urgentes, proponiendo un discurso con sustento teórico y empírico, y buscando nutrir los debates y decisiones de los actores del Estado y de la sociedad civil en esta temática.
En ese sentido, nos gustaría que este breve texto se convierta en una invitación a que otros/as/es se integren a la discusión que queremos abrir con nuestro proyecto, incluso si tienen posiciones completamente distintas a la nuestra. También estamos disponibles para salir de nuestro refugio académico y participar de otros debates, bajos las condiciones y propósitos que esos otros/as/es definan. Esa es parte de la convicción que tenemos sobre el rol de la universidad y que nos anima a ir desarmando los distintos obstáculos que impiden avanzar en una ciudad producida con todos/as/es y para todos/as/es.
*Académicos INVI.
Fuente imagen: Video Hacia un hábitat inclusivo. Hacia el reconocimiento de la diversidad de las personas.