La persona: El foco olvidado en la tarea de planificar y diseñar la ciudad
Por Nicolás González Viteri, Máster en Planeamiento Urbano y Ordenación Territorial. Investigador proyecto Ergociudad.
Sin duda planificar y diseñar las ciudades es una tarea difícil. Ya sólo con tratar de definir la labor del urbanista o planificador urbano, nos complejizamos sin encontrar las palabras precisas que logren describir de manera clara el objetivo de esta profesión.
Y es más, la complejidad no se queda solo en la tarea o en la definición de la misma, sino que en las últimas décadas se le añade la pérdida del foco a quién va dirigida nuestra labor. ¿Para quién diseñamos las ciudades?
Actualmente, la ciudad se piensa y se construye principalmente sobre la base de factores numéricos y no a partir de la experiencia de quien lo habita, lo que ha significado descuidar una mirada sistémica que integre los factores físicos, ambientales y psicosociales en sus distintas escalas.
La paradoja es que los diseñadores y planificadores urbanos se han alejado de lo que es su escenario de actuación, la ciudad. A cambio, se han transformado en observadores a la distancia, analizando cifras y datos que generalmente consideran como absolutos y cerrados en un contexto que en la realidad está lleno de matices.
Como resultado podemos observar zonas altamente impactadas por el desarrollo inmobiliario, producto del máximo aprovechamiento y rentabilidad de suelo, en las que el espacio público se dejó como el residuo de lo que queda entre fachadas, usualmente con una clara falta de continuidad e integración, transformándolo en un simple espacio de comunicación entre lo que sucede tras los portales.
Somos testigos también del fomento abusivo del automóvil privado en desmedro de los modos más sostenibles de desplazamiento como la bicicleta o a pie, haciendo del ruido, los bocinazos y la contaminación parte de la rutina diaria que deben experimentar los habitantes.
Es fundamental que la planificación y el diseño urbano vuelvan a orientarse a lo que nunca debió dejar de ser su foco de atención: la persona. Desde esa perspectiva, resulta pertinente generar procesos de exploración constante de la situación urbana y sus conexiones in situ para establecer el grado de adecuación del espacio urbano a las prácticas, usos y modos de las personas en la ciudad.
En esa dirección se desarrolla el estudio de la [1]Ergociudad, que relaciona conceptualmente las teorías y principios de la ergonomía y del diseño urbano, para proponer, desde un enfoque sistémico, criterios de confort en el espacio urbano.
El concepto de Ergociudad y su propuesta de exploración del espacio urbano desde las personas, postula una mirada sobre los problemas que enfrenta el habitante en la ciudad considerando la dimensión de lo humano, desde perspectivas psicológicas y sociológicas para establecer la dimensión de lo urbano.
A modo de ejemplo, el complejo inmobiliario Costanera Center, el cual con un centro comercial de 5 plantas y un edificio de oficinas de más de 60 pisos han obligado a su entorno físico a adaptarse rápidamente a los cambios que los altos flujos de personas y vehículos requieren. Sin embargo, estos cambios físicos no han avanzado con la velocidad necesaria y el espacio público no ha sido diseñado ni resuelto.
Esta situación se evidencia al transitar por la calle Luis Thayer Ojeda en horas de almuerzo o salidas de oficina en donde no es difícil observar una importante cantidad de personas que circulan aglomeradas en un espacio de tránsito que escasea entre vehículos que esperan salir de los edificios y un improvisado paseo comercial con imagen de “mercado de las pulgas”.
De ahí la importancia de comprender, que el fenómeno de construcción de la ciudad no solo se aloja en un componente espacial, sino que se vincula con una dimensión subjetiva, tanto individual como colectiva, que determina buena parte de su configuración, puesto que no se trata sólo de cómo se acondiciona el lugar a las nuevas necesidades, sino que implica el cómo se le habita y se le apropia.
Experimentar la ciudad y conocer la experiencia del habitante permitirá establecer los estándares o dimensiones que debiese adquirir el espacio público con el propósito de que cada persona pueda sentirse cómoda dentro de él, es decir, un espacio con la capacidad de adaptarse y responder a los diferentes tipos de actividades y usos que le pueda dar esa persona.
La Ergociudad, por ende, debiese ser un concepto central para todos aquellos profesionales que en algún momento participan del proceso de intervención de una ciudad.
Definir la labor del urbanista, puede que siga siendo una tarea compleja. Sin embargo, se volverá más sencilla si comenzamos por advertir que su base profesional se encuentra en entender, planificar y diseñar el espacio urbano desde la experiencia de quien lo habita.
[1] Estudio correspondiente a la Tesis Doctoral de la diseñadora Rebeca Silva Roquefort, Ergociudad: Concepción Modélica de la calidad urbana y de la vida urbana desde la perspectiva de la ergonomía y el diseño urbano. Universidad Politécnica de Madrid. Febrero, 2015.