La nueva política habitacional de mejoramiento de la calidad e integración social
Claudio Navarrete
Interesante, por decirlo en breve, resultan ser las recientes noticias recibidas desde el ámbito público del sector vivienda, referentes a los nuevos anuncios que reorientan el eje programático de dicha cartera.
Al tenor de un breve repaso en su contenido, nacen algunos comentarios con inquietudes y estímulos que se resumen en los siguientes alcances:
Lo primero, es comentar nuestra preocupación por el contenido específico del nuevo programa referido a las ideas Regeneración Urbana, en conjunto con el lanzamiento del programa de 200 Barrios. Si bien allí se plantea un perfil atractivo e interesante en contenido y motivaciones, ello resulta en mi opinión y ante una perspectiva real y concreta de aplicación, todavía una buena declaración de intenciones, pero lejana en la práctica de ser suficientemente desarrollada e implementada, como para poder ser llevada a cabo con certeza tanto en sus aspectos urbanos (valor del suelo y emplazamientos que eviten la segregación) como también, en la de sus conjuntos (escala barrio y unidad).
No obstante se debe reconocer que el programa contiene un claro avance en una visión más integral del problema habitacional, tan solicitada por importantes sectores profesionales y académicos preocupados por el tema, al incorporar nuevas definiciones específicas en el programa de Protección del Patrimonio Familiar en el mejoramiento de barrios y subsidios a la localización.
También, se advierte una real preocupación por la calidad de las soluciones. Ello se refleja en el aumento promedio del subsidio para superficies construidas y consistentes en 50 UF (casi un 18% de los actuales valores).
Por otra parte y si bien ya habían sido previamente anunciadas las medidas referentes al reconocimiento del inquietante deterioro en el parque habitacional existente, se definen esta vez propuestas de solución concretas al plantear los programas de protección del patrimonio familiar, mejoramiento del entorno, de la vivienda, e incluso de las ampliaciones.
Finalmente, y pese a las legítimas discrepancias que diversos sectores pudieran tener frente al nuevo documento, lo que resulta más motivante a las finales, es la comprensión de cómo un conjunto de medidas planteadas, pueden representar un desafío a nuestro gremio de arquitectos, o la posibilidad cierta para responder con nuevos esquemas de trabajo profesional, a través de un real proceso participativo, antes no planteado, lo que hace integrar nuestra labor con la un habitante real y así posibilitar acciones que pudieran generar respuestas nuevas más acordes con los reales requerimientos de las familias más modestas y carenciadas de nuestra sociedad. Ello representa una clara oportunidad, tantas veces reclamada, de un nuevo ámbito de desarrollo profesional que nuestras nuevas generaciones de profesionales tienen enfrente, y que, con estímulo y creatividad, pueden y deben generar una capacidad de respuesta que nuestra sociedad necesita dar con urgencia.
Lo anterior debe motivar sin duda al mundo académico responsable de la formación de nuestros futuros profesionales, debiendo reposicionar el tema urgentemente en nuestros planes y programas oficiales, los que introducidos a la malla curricular debieran ofrecer una clara alternativa de formación frente a las nuevas demandas claramente explicitadas en los nuevos programas comentados.