Los sismos que movieron a México #7S y #19S
Por Eduardo Torres Veitya*
Paradójicamente a un año de que termine la presidencia del gobierno federal que encabeza Enrique Peña Nieto (2012-2018), el cual ha tropezado varias veces con la ciudadanía y con diferentes sectores de la sociedad mexicana, irónicamente a 32 años del aniversario del sismo/terremoto de 1985 que sacudió a la Ciudad de México (en ese entonces Distrito Federal), el 19 de septiembre del 2017, dos horas con catorce minutos después de haber participado en un “macro-simulacro”[1], en donde la ciudadanía, en diferentes sectores sociales es participe de una serie de actividades de un “supuesto” sismo que sucede en las costas del Pacífico Mexicano, de repente y de la nada, se vuelve a estremecer la tierra.
Dos semanas antes, en la región conocida como el istmo de Tehuantepec en el estado de Oaxaca, sucedía un mismo fenómeno que tomó por sorpresa a toda la población de dicha región, y que se extendió hasta el estado vecino de Chiapas.
Dice un dicho “que nunca cae un rayo dos veces en el mismo lugar”, y puede que así sea para ciertos fenómenos meteorológicos; pero en cuestiones de sismicidad la tierra se seguirá moviendo.
¿Qué tan acostumbrados o preparados podemos estar antes este tipo de fenómenos que implican un desastre y una vulnerabilidad?
De forma similar a 1985, la población reaccionó de la misma manera, antes de que el gobierno saliera a las calles. Es lógico que la ciudadanía en sus lugares de trabajo, y en los espacios circunvecinos comenzara a ayudar, antes de que el propio gobierno federal y local reaccionara. Inclusive en el manejo de la información, con mapas colaborativos hechos desde los teléfonos inteligentes, y en plataformas de “Google Maps” que comenzaron a circular por varias redes sociales[2].
Pero a diferencia de 1985, el gobierno actuó con prontitud ante la emergencia, estableciendo protocolos de actuación. La crítica al gobierno tanto Federal y Local, viene por el acceso a la información de las víctimas y de las zonas afectadas, ya que el esfuerzo de querer concentrar todo ha sido una tarea difícil[3].
El problema fue tener dos frentes de acción. El centro del país, en donde el sismo del 19S afectó los estados de Morelos, Puebla, Tlaxcala, estado de México y Ciudad de México; y por otro lado el sismo del 7S y sus respectivas réplicas (7,832 hasta el 9 de octubre) que han asolado a la región istmo de Tehuantepec.
La Universidad Nacional Autónoma de México, ha atendido por medio de brigadas emergentes una buena parte de la demanda social, no sólo desde el acopio de víveres, medicinas y ropa, sino también en la atención primaria desde grupos médicos, enfermería, odontología, psicología y por supuesto desde la parte urbano-arquitectónica, geográfica y de ingeniería, así como también en aspectos geológicos y geofísicos[4].
Y así tenemos tres escenarios de la vulnerabilidad social a partir de un fenómeno natural, por un lado, en el istmo de Tehuantepec, la población más afectada han sido campesinos y personas de escasos recursos, así como población en otros estratos sociales, y las soluciones a las que se pretenden llegar, sin una lógica de planeación, pareciera que sólo quieren tapar la vulnerabilidad, haciendo todo sin una logística. Se habla de reconstrucción en 6 meses, sin pensar en una vivienda transitoria, y diversos sectores de la sociedad, como el privado, ya se prepara para hacer de las suyas en algunas zonas del país, con tal de quedar bien con el Estado[5]. En el caso del sismo que afecto al centro del país, la vulnerabilidad se ha desatado en la población económica del sector medio y, como ciertas zonas de la ciudad fueron las afectadas e implican un gran negocio inmobiliario, pareciera que la premura del gobierno local es solucionar todo en un esfuerzo fast-track, sin reflexionar en las consecuencias que esto puede tener a largo plazo. Pero no solo se tiene esta zona de afectación, también la zona periurbana (periferia Sur y Suroriente) de la Ciudad de México ha sido de las más afectadas y, por si fuera poco, pareciera que es la que menos ha sido atendida.
Al ser parte de un grupo de estudio al interior de la UNAM, conformada en un campo de conocimiento del posgrado en arquitectura (Arquitectura Ciudad y Territorio y del Laboratorio de Vivienda), mucha de la población con la que se ha trabajado y colaborado a lo largo de más 30 años en dichas zonas, fue la que contactó a la Universidad y a nuestro grupo para poder establecer brigadas de evaluación de daños en dichas zonas.
Uno pensaría que la Delegación de Milpa Alta no tuvo ningún tipo afectación, más allá del daño a los edificios religiosos. Pero muchas veces los procesos de autoconstrucción de las viviendas que están dentro y fuera de los cascos urbanos en estos pueblos rurales, y que por falta de conocimiento técnico y de alternar tecnologías constructivas, han minado el territorio milpaltense, y por lógica también la de sus vecinos al norte de dicha demarcación. Tal es el caso de muchos pueblos lacustres en Xochimilco y Tlahuac (ver mapa 1).
En el caso de Milpa Alta, muchas de las casas vernáculas construidas en adobe o piedra, han resultado con algún daño que va de lo medio a lo grave, principalmente por alternar tecnologías constructivas, tal como combinar cemento o muros de block con el adobe, haciendo qué este pierda su flexibilidad. Y por lógica muchas de estas casas, son habitadas por personas campesinas, jubiladas (retiradas), y que en algunas ocasiones son de escasos recursos económicos (ver foto 1).
Y por otro lado se tienen afectaciones en casas construidas con materiales —que podría decir son más económicos y de fácil acceso—, tales como el block, el ladrillo y el cemento, que presentan daños medios y graves, debido a la falta de conocimiento técnico por parte de los auto-constructores o albañiles que las han realizado, y en donde la población puede ser de un estrato humilde y popular-rural, así como obrera-campesina (ver fotos 2 y 3).
Después de mucho tiempo de andar por estos caminos de Milpa Alta, uno va conociendo los vicios y las aspiraciones que también tiene la población en dicha demarcación. Nadie habría imaginado en Milpa Alta que el 19 de septiembre temblaría hasta en el cerro. Y si aquí se sintió el movimiento y ocasionó daños en las casas, iglesias, casas de cultura, y escuelas; la fragilidad en el suelo lacustre de los vecinos hacia el norte sería peor (ver foto 4).
Más allá de la atención a la demanda social que se le ha dado a la población en toda esta demarcación, hay muchas dudas que surgen a partir de esta experiencia:
Cuando hablamos de una norma sísmica, ¿es importante tipificarla y zonificarla no sólo en la ciudad sino también en sus zonas aledañas?
¿De qué manera se tiene que actuar en las zonas rurales cercanas a las ciudades?
Los instrumentos que ahora se usan para la planeación urbana y rural, ¿deberán de contar ahora con una tipificación de riesgos? ¿Y quién vigilara que estas normas o reglamentos que se dispongan a partir de los instrumentos se cumplan?
Si nos dimos cuenta de algo en la ciudad, y en muchas zonas dónde se dio la afectación por el sismo, es que la corrupción de las autoridades y del gobierno han mellado y generado una gran vulnerabilidad de varios sectores, y tendrá que ser la misma sociedad en sus diferentes estratos la que le haga frente para tratar de mitigar el daño. Así mismo, es necesario aprender del desastre, conocerlo y planificar desde esa perspectiva.
Para concluir esta publicación, es importante recalcar el papel que la ciudadanía ha tenido en el empoderamiento de las herramientas para comunicar el desastre. Al parecer, será esta misma ciudadanía la que dé respuesta a estos sectores menos favorecidos.
* Eduardo Torres Veytia es Académico del Campo de Conocimiento de Arquitectura Ciudad y Territorio del Posgrado en Arquitectura en la UNAM, con estudios de Antropología Física (ENAH), Maestro en Urbanismo (UNAM) y en Antropología Social (CIESAS), así como estudiante del Doctorado en Geografía (UNAM) | Contacto: etowers.veytia@comunidad.unam.mx
[1] Los macro-simulacros se celebran en diferentes ciudades de la República Mexicana, oficialmente desde el 2001 por decreto presidencial, además de que se ha instituido el 19 de septiembre como el “Día Nacional de la Protección Civil”.
[2] Para mayor información leer: http://www.unamglobal.unam.mx/?p=25558
[3] Para leer más al respecto, se puede consultar el artículo titulado: Martes 19 de Septiembre: el derecho a conocer la verdad y el acceso a la información, publicado el 3 de octubre del 2017, en https://horizontal.mx/martes-19-de-septiembre-el-derecho-a-conocer-la-verdad-y-el-acceso-a-la-informacion/ .
[4] Para mayor información leer: http://www.unamglobal.unam.mx/?p=25587
[5] Para mayor información, consultar: El sismo del 7 de septiembre en México: olvido, reconstrucción y negocio, publicado el 22 de septiembre del 2017 en el Portal de Arch Daily México. Fuente: http://www.archdaily.mx/mx/880193/el-sismo-del-7-de-septiembre-en-mexico-olvido-reconstruccion-y-negocio