¿Qué aprendemos de nuestras propias prácticas docentes? Algunos desafíos y aprendizajes de la docencia para el Instituto de la Vivienda (INVI)
Por Carlos Lange y Mariela Gaete, académicos INVI.
Durante los últimos tres años en el Instituto de la Vivienda (INVI) hemos estado impartiendo un curso de formación general (CFG) abierto para estudiantes de todas las carreras y facultades de la Universidad de Chile que hemos denominado “Habitar Santiago. ¿Qué le falta a la ciudad?”
No obstante haber dictado el curso en su tercera versión, aún no logramos encontrar una respuesta adecuada a dicha pregunta, y sinceramente tampoco esperamos hacerlo. Nos interesa más bien poder identificar y encontrar algunas claves que nos permitan estar atentos a su devenir. En tal sentido, intentamos que el curso ponga en tensión perspectivas teóricas y metodológicas a las que tanto estudiantes como académicos estamos habituados a recurrir desde nuestras respectivas formaciones disciplinares. De esta manera, buscamos desarrollar una reflexión conjunta en torno a las distintas maneras de habitar la ciudad de Santiago.
Para ello, consideramos relevante abordar al menos tres desafíos estratégicos, cada uno de los cuales nos ha permitido generar distintos aprendizajes.
Un primer desafío es la posibilidad de generar conocimiento interdisciplinario. Aprovechando que nuestros estudiantes provienen cada año de disciplinas tan diversas entre sí como teatro, ingeniería civil, licenciatura en historia o bioquímica, les pedimos que constituyan grupos de trabajo donde participen estudiantes de al menos tres carreras distintas de la Universidad. De esta manera se generan instancias para compartir e intercambiar tanto referencias disciplinares como también experiencias personales, expectativas y propuestas diversas.
Éste constituye, sin lugar a dudas, uno de los principales ámbitos de aprendizaje que nos reporta la práctica docente. El discurso de la práctica interdisciplinaria siempre suena bien pero implementarla es bastante más difícil de lo que quisiéramos, debiendo enfrentarnos a nuestros propios desconocimientos y a nuestros propios prejuicios -“¿Qué hace un antropólogo?, se pregunta un geólogo”-; “los ingenieros son tan cuadrados”, comenta un artista visual antes de trabajar con uno de ellos-; etc. En tal sentido, el trabajo interdisciplinario requiere un sano equilibrio entre voluntad y herramientas concretas como por ejemplo, el trabajo en terreno.
Este es justamente un segundo desafío: reconocer la relevancia del trabajo en terreno. Una vez organizados los grupos de trabajo, les pedimos a los estudiantes que trabajen en un cuadrante asignado dentro de un área de trabajo, que este año ha correspondido al barrio San Borja en Santiago Centro. Dentro de ese cuadrante los estudiantes deben identificar y describir problemáticas y desafíos del hábitat y el territorio, desarrollando a su vez propuestas conjuntas para su abordaje. La idea de este ejercicio es lograr interactuar y producir conocimiento articulando tanto sus saberes y conocimientos, como también sus propias realidades cotidianas, muchas de las cuales se ven reflejadas en los territorios estudiados.
En este ámbito también se producen aprendizajes importantes, como por ejemplo, la necesidad de sistematizar las distintas observaciones realizadas, o la conveniencia de acordar modos de trabajo accesibles a todos, considerando horarios, ocupaciones, conocimiento de la ciudad, entre otras. En tal sentido, el trabajo de terreno nos permite aprender y desarrollar distintas habilidades para generar conocimientos situados en su contexto
El tercer desafío es articular nuestros saberes y conocimientos disciplinares con aquellos formados a través de nuestra cotidianeidad como habitantes urbanos. Este constituye un aspecto fundamental del curso en la medida que muchas veces olvidamos la necesaria y evidente relación entre ambos aspectos, invisibilizando condiciones de nuestros contextos urbanos cotidianos que hacen inviable la aplicación de “conocimientos expertos”. Asimismo, mirar la ciudad que habitamos no sólo como profesionales sino también como habitantes nos permite dimensionar de mejor manera cómo podemos contribuir a superar problemas y formular propuestas que permitan mejorar la calidad de vida urbana entre quienes compartimos territorios comunes.
Sin embargo, y más allá de todo lo anteriormente descrito, nuestro principal desafío es aprender de nuestros propios estudiantes. El transcurso del semestre nos ha mostrado distintos aspectos que debemos valorar y considerar en nuestras futuras prácticas docentes.
Un primer aprendizaje fundamental es su compromiso: muchos de ellos deben realizar largas travesías desde sus propios campus para asistir a clases al otro lado de la ciudad. Quienes vienen de Antumapu (La Pintana), por ejemplo, demoran más de una hora para llegar al Campus Andrés Bello, donde realizamos el curso (Santiago Centro), y muchas veces deben regresar nuevamente a sus Campus antes de retornar a sus hogares. Asimismo, muchos estudiantes de Beauchef asisten a clases durante sus semanas de exámenes y vacaciones, adaptando sus cargas académicas al calendario general del curso.
Otro aprendizaje fundamental es la curiosidad permanente que se expresa en clases a partir del permanente cuestionamiento de los temas expuestos, o de las perspectivas docentes implementadas. Muchas veces distintos estudiantes se acercan con preguntas o requerimientos que nos obligan a estar más y mejor informados cada vez. En tal sentido, y tal como comentó un estudiante durante una sesión de clases, muchas veces aprenden más de sus propios compañeros que de nosotros mismos, en la medida que comparten temas e inquietudes comunes que muchas veces nosotros ni siquiera visibilizamos.
Un tercer aprendizaje fundamental es su mirada crítica, tanto de la realidad y contingencia nacional como de la misma manera cómo impartimos el curso. Un estudiante nos interpelaba en clases: “me gustaría saber cuál es la posición ideológica desde la cual se estructura el curso”. Y tiene razón, todo proceso de producción de conocimiento conlleva una posición ideológica, distinto es que no la visibilicemos. El ejercicio de expresarla y ponerla en consideración de otros nos ayuda también a asumir proposiciones críticas respecto de nuestro propio quehacer.
A través de esta columna queremos agradecer a nuestros estudiantes de CFG por los aportes que ellos realizan a nuestra práctica docente y decirles, aunque suene un poco cliché decirlo, que nosotros también aprendemos de ellos.