Vivienda disidente adecuada

Por Pedro Galarce Salinas*

En la actualidad, el acceso a la vivienda está rodeado de incertidumbre. Los precios de las viviendas no dejan de subir y los salarios apenas se incrementan. Las crisis sociales y las consecuencias de la pandemia que ha vivido el país y el mundo solo han aumentado las brechas sociales y han afectado la estabilidad económica de las personas. Si a lo anterior sumamos la situación de las personas que pertenecen a las diversidades sexo-genéricas, el escenario empeora. Sus condiciones económicas se ven afectadas por factores sociales que les llevan a tener dificultades con su entorno social, problemas para acceder a servicios y ejercer sus derechos, encontrar trabajo e, incluso, acceder a un lugar para vivir su subjetividad no hegemónica.

Ante esta situación, la fundación Organizando Trans Diversidades (OTD) y la Corporación SUR han propuesto la solución habitacional como un piso mínimo para comenzar a subsanar la precarización de la vida en la que se encuentran las disidencias sexo-genéricas. Y aquí nos encontramos con el primer escollo, pues el acceso a la vivienda no garantiza que se trate de una vivienda adecuada a las formas de habitar disidentes, formas de habitar necesarias para la producción de sujetos más libres respecto de las estructuras de la dominación.

¿Cómo es ese habitar disidente? ¿Disidente respecto de qué? En Chile vivimos en una sociedad occidentalizada, colonial, patriarcal y capitalista, lo que implica que en nuestra cotidianeidad estamos en contacto con una serie de herramientas que tienen la función de producir los sujetos en los que se sustenta la realidad patriarcal-capitalista. Los celulares, las aplicaciones móviles, el internet, la familia, las instituciones, los edificios, las calles, el espacio público, la casa son algunos dispositivos que producen a los sujetos occidental/coloniales, reproduciendo subjetividades en serie que sostienen la ficción occidental/colonial. Aunque, al mismo tiempo, estos dispositivos son una oportunidad, pues pueden ser subvertidos y utilizados para la producción de subjetividades singulares que no estén, necesariamente, sujetas a un entramado de dominación.

Es en este contexto en el que se insertan las subjetividades disidentes sexo-genéricas. Su misma existencia, su habitar cotidiano ponen en evidencia las estructuras de poder y dominación a las que están sujetas la sexualidad y el género, normalizadas en el habitar cotidiano. Aterrizado al plano del espacio, las prácticas como el cruising, las Kiki Balls, la co-residencia de grupos disidentes o, incluso, lugares de encuentro como discos de nicho LGBTQ+ son contra espacios que interpelan a la imagen de la ciudad homogénea, planeada, racional y heterosexual. Estos espacios disidentes cuestionan y desorganizan la producción disciplinaria del espacio construido que se esmera por reproducir identidades universales y estables.

Ante la situación de vulnerabilidad en la que se encuentran diversos grupos sociales del país, en materia de vivienda, y entre los cuales se encuentran las diversidades sexo-genéricas, el actual gobierno ha planteado un Plan de Emergencia Habitacional (PEH), cuyos principios rectores son siete: a) equidad territorial, b) diversidad, c) equidad de género, d) seguridad, e) participación, f) descentralización y g) sustentabilidad. Esta diversidad de principios implica una mirada multidimensional, que se acerca de mejor manera a las problemáticas sociales que tienen un origen multifactorial. Esta aproximación multidimensional se traduce en el PEH en diversos mecanismos de producción de vivienda de carácter social, diferenciándose marcadamente del actual proceso subsidiario de producción de vivienda social. Este último, a través de sus instrumentos normativos, reproduce a la familia nuclear y patriarcal entregando respuestas estandarizas y universales, en parte por sus recursos limitados, en parte por el predominio de una visión patriarcal y moderna de familia.

De esta forma, el PEH rescata y plantea otras aproximaciones para construir viviendas, cuestión que es una oportunidad para las diversidad sexo-genéricas en tanto que puedan ser partícipes en la construcción de su espacio.

No obstante, la alerta a los dispositivos utilizados por quienes ostentan el poder debe estar siempre activa, especialmente respecto de aquellos procesos que pretendan desarticular o anular la fuerza disruptiva del habitar disidente.

Esa alerta debe ser acompañada por un trabajo colaborativo y simétrico permanente, en el que se haga partícipe a las disidencias sexo-genéricas y no se les dé por sentadas a través de la implementación de un protocolo de actuación. Por ejemplo, no se trata tanto de crear instrumentos o normativas que expliquen cómo construir hábitat disidente, universalizando una experiencia, sino que se trata de trabajar situadamente con las poblaciones, entendiendo su realidad social, material y simbólica. Y, de este modo, llegar a respuestas arquitectónicas aterrizadas a las necesidades, proyecciones, y a la realidad de las poblaciones en general. Se trata de brindar la libertad necesaria para producir una vivienda disidente adecuada en un contexto material limitado.


* Estudiante de Arquitectura de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo, Universidad de Chile.

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