Mujeres populares, tejedoras del hábitat

Por Doris Gonzalez Lemunao*

Existen premisas de la literatura sobre feminismo y territorio que postulan la facilidad que tenemos las mujeres para asumir las luchas por la vivienda, debido a nuestro rol socialmente asignado en el espacio privado y por nuestra relación de cotidianeidad con el entorno barrial. Puede que esto fortalezca o facilite nuestra participación y protagonismo en las luchas por el hábitat y la vivienda, aun así, nunca debemos considerar esta característica como algo natural, sino como una construcción histórica que nos permite situar nuestro pensar[1].

La participación activa en las tomas de terrenos, su rol como constructoras del tejido social, su capacidad como gestoras de diversas iniciativas en respuesta a las necesidades de viviendas en nuestro país en diversas coyunturas históricas y en los más diversos contextos políticos y sociales, demuestran cómo las mujeres populares cumplen un rol fundamental en la construcción concreta de sus comunidades, pues son ellas las que poseen una relación más directa con la producción y reproducción del espacio que habitan. 

Las mujeres hemos sido parte importante de los procesos de construcción de las organizaciones territoriales como del movimiento de pobladores, incluso en los momentos más difíciles, como quedó demostrado recientemente con el caso de las ollas comunes, en tanto espacios de sobrevivencia alimentaria y que nuevamente, al igual que en dictadura, demuestran la capacidad de respuesta a las diversas problemáticas emergentes.

Mujeres articuladoras del espacio público que van modificando las relaciones sociales, en un escenario de constante disputa política por la visibilidad de sus demandas, de sentir seguridad en un espacio que se ha configurado hostil, para los cuerpos feminizados por sobre el resto. Lo cierto es que las mujeres populares cotidianamente se enfrentan a una ciudad que no les permite su desarrollo en plenitud, que no cuenta con la infraestructura, servicios y bienes necesarios para un buen vivir.

No hay duda que la mujer ha jugado un rol fundamental en la lucha territorial por la vivienda siendo una de las principales protagonistas, participando de la autoconstrucción de las poblaciones y la conquista de un lugar digno para vivir, también cómo defensoras de la democracia y lo conquistado. A pesar de todo, siguen en un segundo plano las tareas urgentes para mejorar la calidad de vida de miles de mujeres trabajadoras, no tan solo de ellas, sino de la gran mayoría de sus familias.

Mucho ha avanzado el feminismo en estas décadas, pero las consignas que más repercusión tienen, siguen ancladas en libertades individuales, que sin duda son importantes para el avance de todas. Y aun esta pendiente el grito que se escucha desde las populares que han colaborado en la apertura de un nuevo ciclo político para nuestro país, para nuestros pueblos, el grito del trabajo territorial cotidiano que abona en la lucha por la felicidad, por la vida.

Las discusiones sobre la lucha de las mujeres, la lucha feminista se traza sobre las asimetrías que se ha impuesto sobre nosotras, ya lo decía Kollontai, “El capitalismo ha cargado sobre los hombros de la mujer trabajadora un peso que la aplasta; la ha convertido en obrera, sin aliviarla de sus cuidados de ama de casa y madre”.

Avanzar en las demandas de las mujeres de los sectores populares debe ser central en la ola que atravesamos, sin ellas, nada se hará y será diferente en nuestro país.

* Magister en Hábitat Residencial, Fundación Feman.


[1] Vásquez, Ana María. (2016). Feminismos y “extractivismo urbano”: notas exploratorias. Nueva Sociedad, (265).

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.