Terremoto en México: el otro desastre

Por Felipe Avalos León (Diplomado en Gestión para la Reducción del Riesgo de Desastres Universidad de Chile).


El pasado 19 de septiembre México sufrió uno de los terremotos más grandes de su historia. Con su epicentro en Puebla, el sismo dejó 369 muertos, 400.000 damnificados, provocando daños en más de mil edificios, además de incalculables pérdidas en familias, instituciones y la economía mexicana.
Sin embargo, más allá de un posible catastro de los daños inmediatos, es necesario entender que el desastre en México va mucho más allá del terremoto mismo: es posible que las relaciones y sistemas de vida de los afectados continúen deteriorándose, considerando las pérdidas de hogar, fuentes de trabajo, redes de apoyo, entre muchos otros.
En ese sentido, la reconstrucción y rehabilitación de dichos sistemas puede extenderse por meses, incluso años y debe ser un proceso constante y sensible, procurando no generar mayor vulnerabilidad en la población afectada y considerando la posibilidad de ocurrencia de nuevos sismos de gran magnitud.
Esto además debiese estar acompañado de una revisión institucional profunda, con el propósito de identificar vacíos y deficiencias en normas, protocolos, instrumentos de planificación, dilucidar responsabilidades y generar reformas que sean efectivas para futuros riesgos. Entre éstos, el olvido es uno de los más peligrosos, ya que amenaza directamente los esfuerzos (que demandan continuidad) de gestionar el riesgo de desastres y reasegurar calidad de vida para los afectados.

 

Reducción de riesgo de desastres

En la perspectiva de la gestión para la reducción del riesgo de desastres (a partir de ahora RRD), existe un discurso común y generalizado sobre la necesidad de generar transformaciones profundas en nuestras sociedades en pos de aminorar “a lo más mínimo posible” los posibles daños de futuras catástrofes.
En concreto, los expertos en el tema no sólo sugieren generar inversiones en prevención, preparación y mitigación frente a determinados eventos, sino que avanzar en resolver las desigualdades socio-espaciales en nuestras ciudades y transformar la relación entre nuestros edificios y ciudades con el territorio.
Esto, sobre todo en el caso latinoamericano, es tremendamente complejo. Frente a un escenario de cambio climático, escasez de recursos y vulnerabilidades agudizadas (y, en muchos casos perpetuadas) debido a recientes desastres, los Estados se ven muchas veces sobrepasados por la cantidad, frecuencia y magnitud de diversos eventos generadores de catástrofes. Dicha situación, provoca que exista permanentemente una fracción de la población que requiere algún tipo de asistencia relacionada con emergencias.

 

Día Internacional de la RRD

A menos de un mes del terremoto en México se acerca además la conmemoración del Día Internacional de la Reducción del Riesgo de Desastres, este viernes 13 de octubre. Proclamada por la Asamblea General de Naciones Unidas, en el marco de la década de 1990-2000, llamada la década de la RRD, ésta es una fecha creada con el propósito de recordar tanto a los gobiernos como a la sociedad civil la necesidad de incorporar acciones previas al desastre, que apunten a absorber sus impactos.
También es necesario mencionar que el Marco de Sendai, documento emitido por la Oficina de RRD de dicha asamblea, contextualiza y define los desafíos para los Estados en esta temática. Una de las recomendaciones en dicho documento apunta a reforzar la cooperación internacional, considerando apoyos conjuntos para implementar iniciativas de RRD.
La necesidad de un marco de colaboración “Cinturón de Fuego del Pacífico”
Como es bien sabido, tanto México como Chile pertenecen a un territorio de alta actividad sísmica y volcánica llamado “Cinturón de fuego del Pacífico”, que abarca países de América, Asia y Oceanía. Si bien los territorios de los países que lo comprenden poseen características específicas y diferentes entre sí, se hace necesaria una colaboración más sistemática en torno a la prevención, es decir, normas sísmicas y reducción de vulnerabilidad, y a la respuesta, que incluye acciones de rescate, manejo de emergencias, ayuda humanitaria y comunicaciones, entre otros.
Como fue mencionado anteriormente, gestionar la RRD es un desafío complejo, y muchas veces poco prioritario para los Estados. Es por esto mismo que la cooperación internacional en materia de desastres es una alternativa viable para reducir la carga y los daños sufridos para un país.
Por ejemplo, respecto a incendios forestales, España y Portugal han desarrollado marcos de colaboración en el caso de eventos extremos en ambos países, compartiendo sistemas de monitoreo, mantención integrada de bosques y combate colaborativo.
Bajo esta idea, la experiencia que se tiene en países como Chile, Perú o México en sismos es de alto valor, considerando la posibilidad de sistematizar no sólo medidas de prevención en diversos contextos, sino que investigación, innovación tecnológica, cooperación académica, alianzas entre instituciones e incluso tratados internacionales.
Finalmente, es importante recalcar la necesidad de que en México exista un trabajo de Reducción de Riesgo de Desastres sistemático, multiescalar y constante en el tiempo, considerando como prioridad a los más afectados y la reducción de su vulnerabilidad. Para el futuro, la posible cooperación entre naciones es una alternativa viable para una gestionar integralmente y acelerar la preparación ante la incertidumbre de un nuevo evento.

Foto de Germán Gutiérrez https://flic.kr/p/YiTFmr
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